martes, 3 de julio de 2012

Chiara Corbella, la madre que ofreció la vida por su hijo


Estaba embarazada y le diagnosticaron un cáncer. Debía iniciar un agresivo tratamiento que podría curarla, pero que mataría al bebé que estaba en su vientre. Rechazó someterse a quimioterapia y entregó su vida por la salvación de su hijo. Una madre coraje de 28 años que murió feliz y que no se dejó arrugar por el lobby abortista.

Chiara Corbella, conoció a Enrico, con quien se casó pocos años después. Juntos compartieron la fe y su pasión por la música. Pronto supieron que esperaban una hija, María. El embarazo se complicó y el médico les dijo que su pequeña vendría al mundo con problemas de salud. Pese a ello, el aborto no pasó en ningún momento por la mente de este joven matrimonio. “El momento en el que la he visto ha sido un momento que no olvidaré jamás. En ese momento he entendido que estábamos unidas en la vida aunque no pensaba en el hecho de que ella estaría poco con nosotros. Ella estaba unida a mí por la vida, porque era mi hija”, dijo la madre tras dar a luz a María, quien fue bautizada y murió solamente treinta minutos después del parto. 

Y es que Chiara y Enrico estaban convencidos de que la vida y la muerte no dependen de una persona, sino de Dios. “Aquella media hora no me pareció poco. Fue una media hora inolvidable. Si hubiese abortado, pienso que no podría recordar el día del aborto como una fiesta, un momento en el cual me hubiera liberado de alguna cosa. Pienso que habría sido algo que se quiere olvidar, un gran sufrimiento. El día del nacimiento de María, en cambio, podré recordarlo siempre como uno de los momentos más bellos de mi vida”, explicó Chiara en una conferencia cuyo vídeo ya han visto más de cien mil personas en internet. 

Tras la pérdida de María, sus padres querían tener otro hijo. Chiara se quedó embarazada y, a los pocos meses, los médicos le dijeron que su hijo David nacería con gravísimas malformaciones. No se plantearon abortar y el pequeño vino al mundo. Fue bautizado antes de que se apagase su pequeño corazón a los pocos minutos de nacer. Enrico y Chiara eran un matrimonio totalmente abierto a la vida y en 2010 ella se quedó embarazada por tercera vez. En esta ocasión de Francisco. Las ecografías mostraban que, a diferencia de sus dos hermanos, el bebé venía con una salud de hierro. 

Estando embarazada de cinco meses, a Chiara le diagnosticaron un cáncer de lengua. Sin embargo, la serenidad del matrimonio sorprendió a todos. Sabían que era vital para la madre someterse a las sesiones de quimioterapia y radioterapia para salvar su vida. Pero ¿qué sucedería con el pequeño Francisco? Su madre lo tuvo claro. Retrasó su tratamiento hasta que naciese su hijo para que las radiaciones no afectasen al embarazo. “No quiero morir por Francisco, quiero dar mi vida a Francisco”, dijo Chiara. 



El pequeño vino al mundo el 30 de mayo de 2011. Doce meses después, su madre le escribió una carta por su primer cumpleaños. En ella le decía: “Voy al Cielo para ocuparme de María y David, tú quédate aquí con papá. Yo desde allí rezaré por vosotros. Eres especial y tienes una gran misión. El Señor te ha elegido y yo te mostraré el camino a seguir si abres tu corazón. Confía en mí, vale la pena. Mamá”. Además dejó escritas unas letras a su marido donde le pedía que no estuviese triste, ya que “ahora voy allí y puedo cuidar de María y David. Tú quédate aquí y cuida bien de Francisco”. 

Un niño totalmente sano gracias a la entrega de su madre, quien inició sus sesiones contra el cáncer con cuatro meses de retraso. Eso la debilitó mucho e hizo que perdiese la vista de su ojo derecho. Pero siempre tuvo presente que lo había hecho por amor y eso le daba felicidad en medio del dolor físico. Una felicidad que siempre mostraba con una sonrisa de oreja a oreja y con un brillo especial en su mirada. A veces, incluso, se sentía con fuerzas para bromear e ironizar sobre su muerte. 

Chiara murió rodeada de amigos y familiares el pasado miércoles 13 de junio de 2012. Su último mensaje de móvil se lo envió al sacerdote de su parroquia. En él decía una escueta pero profunda frase: “Estamos con las linternas encendidas, esperamos al Esposo”



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