Del
jueves 6 Marzo (20.30h.) al domingo 9 Marzo (18.00h.)
Centro
Convivencias de Olbeira
Qué son y para qué
sirven los retiros
Los
Retiros espirituales -en sus distintas modalidades- han sido utilizados durante
siglos por los cristianos para mejorar su vida espiritual. Hasta hace unos años
era fácil tener ocasión de hacer alguno. Hoy es menos frecuente.
Y, sin
embargo, resultan ahora particularmente necesarios porque estamos inmersos en
una cultura caracterizada por la ausencia de transcendencia.
Esta es
una rápida explicación de lo que son y para qué sirven, con el fin de que
muchas personas puedan beneficiarse de este espléndido medio, tan práctico y
oportuno hoy en día.
1. La cultura del bienestar
Jamás
el hombre, en toda su historia, soñó con un grado de confort como el que
disfruta hoy en los países del primer mundo.
Nadie
duda de que esto es un gran logro humano. Pero, por otro lado, ¿a quién se le
escapa, a estas alturas, que no siempre satisface plenamente al espíritu
humano?
En un
ambiente de consumismo y hedonismo se produce la asfixia del hombre espiritual,
cuyos afanes e impulsos espontáneos quedan adormecidos y se van apagando poco a
poco hasta llegar casi a desaparecer; como el rescoldo entre las cenizas
Todos
somos testigos de los tristes efectos de esta ciega sumisión al mero consumo:
en primer término, una forma de materialismo craso, y al mismo tiempo una
radical insatisfacción, porque cuanto más se posee más se desea, mientras las
aspiraciones más profundas quedan sin satisfacer, y quizá incluso sofocadas (Juan
Pablo II)
2. La prisa
Nunca
hemos vivido mejor; pero nunca hemos vivido tan agitados.
El
horario de trabajo, que a veces acaba demasiado tarde: la familia, a la que
quizá dedicamos menos tiempo del que nos gustaría: compromisos ineludibles;
relaciones sociales; reuniones e imprevistos de todo tipo...
Enredados
en una maraña de compromisos y obligaciones, a veces nos preguntamos si somos
realmente los protagonistas de nuestra vida, o simplemente somos empujados por
las circunstancias que, como una corriente demasiado fuerte, nos arrastran sin
remedio.
El
hombre agobiado de quehaceres, en nada se ocupa menos que en vivir (Séneca,
Sobre la brevedad de la vida).
3. Dentro de la espiral
Muchos
son conscientes de que están metidos en una dinámica humanamente empobrecedora.
Sienten vagamente que en su vida -tan llena de ciertas cosas- falta algo. Pero
no saben cómo cambiar el curso de las cosas. El trajín del día a día, en el que
no queda demasiado tiempo, amortigua luego esos vagos deseos de cambio. Y todo
sigue igual.
Es la
dialéctica de lo urgente y lo importante. Siempre hay algo urgente que nos
impide encontrar tiempo para lo importante.
Y pasan
los años sin que nos demos cuenta, como esas estaciones en las que el tren no
para (R. Knox).
4. Un parón necesario
"¿Qué
estoy haciendo con mi vida? ¿Para quién trabajo de esta manera?... ¡Que se
detenga el mundo un par de días! ¡Necesito pensar!"
- Pues
bien, en cierto sentido un retiro hace realidad ese "milagro".
La paz
de unos días de retiro sirve para pensar con calma en lo importante -lejos de
lo que el poeta llamaba mundanal ruido- y poner un poco de orden en las ideas.
Familia, trabajo, vida cristiana, amistades... ¿Está cada cosa en su sitio?
¿Tengo que redimensionar algún aspecto de mi vida?
Procurad
hacer un poco de silencio también vosotros en vuestra vida para poder pensar,
reflexionar y orar con mayor fervor y hacer propósitos con más decisión. Hoy
resulta difícil crearse "zonas de desierto y silencio" porque estamos
continuamente envueltos en el engranaje de las ocupaciones, en el fragor de los
acontecimientos y en el reclamo de los medios de comunicación, de modo que la
paz interior corre peligro y encuentran obstáculos los pensamientos elevados
que deben cualificar la existencia del hombre (Juan Pablo II).
5. ¿Huir del mundo?
Apartarse
del bullicio, retirarse unos días, buscar el silencio para pensar... ¿No será
esto huir del mundo? ¿Acaso es malo el mundo?
No. Un
cristiano corriente debe amar apasionadamente el mundo en el que vive y los
compromisos que de él dimanan. La agitación, el ruido, el bullicio de la
sociedad moderna son para él su medio natural, en el que se encuentra a gusto,
como el pez en el agua.
Pero el
cristiano sabe también que la ciudad de los hombres, que con su esfuerzo ayuda
a construir, no es para él la verdadera patria. Su viaje le lleva más lejos.
Unos
días de retiro -como otros medios ascéticos que podemos practicar- nos ayudan
no a renegar del mundo, sino a distanciamos lo justo para poder desenvolvemos
en él con visión sobrenatural y encontrar -en palabras de San Josemaría-
"ese algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes".
6. Un Dios lejano
En una
cultura materialista, Dios ha llegado a ser para tantos y tantos un ser
profundamente extraño. "Pero... ¿existe Dios todavía?". El hombre
contemporáneo es torpe para lo religioso. Dios suele quedar demasiado lejos de
sus intereses cotidianos, y en otros casos es una pieza molesta, que estorba o
incomoda el proyecto vital, de modo que se arrincona.
Unos
días de retiro sirven para descubrir a un Dios más cercano, presente en el
entramado de nuestra vida diaria, dando hondura sobrenatural a nuestra
existencia de cristianos.
La
gente tiene una visión plana, pegada a la tierra, de dos dimensiones. Cuando
vivas vida sobrenatural obtendrás de Dios la tercera dimensión: la altura y,
con ella, el relieve, el peso y el volumen (San Josemaría Escrivá, Camino,
279).
7. Recogimiento
Días de
retiro son días de silencio y recogimiento interior. Cerramos por unas horas la
puerta de los sentidos y nos olvidamos de las preocupaciones para dar prioridad
a la actividad interior, al examen, a la reflexión pausada -en la Presencia de
Dios- sobre nuestra vida.
El
silencio es quizás una de las más graves carencias de nuestra sociedad, hasta
el punto de que algunos llegan a tenerle miedo. Necesitan estar acompañados del
ruido externo para no encontrarse -¡terrible encuentro!- consigo mismos.
Dice la
famosa frase de Cicerón. "Nunca estoy menos solo que cuando estoy
solo". Puesto en clave cristiana podría traducirse: nunca menos solo que
cuando estoy a solas con Dios.
8. Aprender a hablar con Dios
Buscar
la soledad es una constante en la historia de la espiritualidad, porque en la
soledad acontece con más facilidad el encuentro del alma con Dios.
Sin
otras preocupaciones que distraigan nuestra atención, resulta más fácil
dirigirse a Dios. Aprendemos así a manejarnos en esta actividad esencial a la
vida cristiana: tratar a Dios, hacer oración, hablarle y escucharle.
Los
días de retiro se convierten de este modo en escuela de oración cristiana, que
se prolongará luego en la vida diaria.
Siempre
empiezo a rezar en silencio, porque es en el silencio del corazón donde habla
Dios. Dios es amigo del silencio: necesitamos escuchar a Dios, porque lo que
importa no es lo que nosotros le decimos, sino lo que Él nos dice y nos
transmite (Teresa de Calcuta, Camino de sencillez)
9. Propósitos de cambio
Como
resultado de unos días de retiro bien aprovechados, vendrán espontáneamente,
casi sin buscarlos, los frutos: propósitos de cambio -grandes o pequeños- en
algún aspecto de nuestra vida.
Porque,
en definitiva, un Retiro consiste en eso: en situarnos en la Presencia de Dios
-que nos invita siempre a una nueva mudanza, a una renovación de nuestra vida
cristiana- y enfrentarnos con la verdad sobre nuestra vida.
Y con
la gracia de Dios -y también, si queremos, la ayuda del sacerdote- decidirnos a
cambiar lo que haya que cambiar; a mejorar lo que haya que mejorar.
Los
hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar vidas ajenas, pero les
da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida (S. Agustín, Las
Confesiones).
10. Cursos de Retiro coordinados por Montecastelo
Son medios para facilitar una relación asidua con Dios en
medio de la vida, del trabajo, y de las circunstancias familiares cotidianas.
Un día de retiro tiene un horario tranquilo, pero
productivo: hay varias pláticas que imparte el sacerdote en el oratorio, una
charla de formación en la sala de estar, se participa en la Santa Misa, se reza
el Rosario, y otros actos de piedad, junto con largos espacios de tiempo entre
acto y acto para meditar por cuenta propia, descansar, o leer algún libro que
nos ayude tranquilamente.
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